Búsquenme un día en Carenero

Me quité los zapatos apenas al aterrizar. Bueno, exagero. Lo hice luego de atravesar la pista y los guardé en un espacio vacío de mi maleta. Nadie de la posada me esperaba, pero me sabía el camino y llegué a la puerta y pasé, como quien pasa al patio de su casa un sábado cualquiera.Sigue leyendo «Búsquenme un día en Carenero»